“Soy un dios en un cuerpo de toro” – Vaslav Nijinsky
Es indudable que las dos cualidades con que titulamos esta entrada deben aparecer y mostrarse equilibradas cuando se piensa en un bailarín. Traemos aquí un exponente de la danza que ha conjugado admirablemente ambos requisitos.
Nacido en Kiev, en 1889, hijo de una pareja de bailarines, se formó en la Escuela Imperial de Ballet de San Petersburgo.
Sus versátiles interpretaciones han dejado un legado que ha sido inspiración para la danza moderna hasta la actualidad.
Sus problemas mentales y sus controversiales relaciones no han logrado opacar su ofrenda al mundo del arte.
Vaslav Nijinsky, tildado de bailarín anticlásico porque sus coreografías incluían por ejemplo los pies vueltos hacia adentro o saltos con los pies planos, fue un artista vanguardista criticado duramente por muchos en su época tanto como idolatrado por otros

Su condición física, sostenida por un cuerpo atlético, se condensa en dos momentos recordados por su casi imposibilidad.
Uno de ellos, su salto con suspensión en el aire, que parece violar las leyes de la gravedad; según los expertos, ocurría como “un viaje aparentemente sin retorno de la tierra al cielo”. Su plasticidad y capacidad de elevación le permitían una ejecución perfecta ajena a las posiciones del ballet clásico.
Otro de los momentos casi imposibles es la entrada y salida por la ventana al principio y al final de un paso a dos con la bailarina Tamara Karsavina, su compañera en El Espectro de la Rosa, estrenada en 1911 en Montecarlo. Una mezcla de fuerza y sentimiento en la obra que reafirman la idea de Nijinsky sobre sí mismo: “Soy un dios en un cuerpo de toro”.

Dejamos aquí un vídeo y algunas ilustraciones con la ilusión de haberlos motivado para ahondar en la vida y obra de este gran artista.